Oh lector, traductor del espejo, poeta:
a estas alturas
la Palabra no te puede incendiar,
reforzar una débil decisión
de quedarte ¿no es verdad?
No te quita ni te da lo que no hay,
lo que no existe.
A estas alturas, lo que no dura llega,
lo que persevera cansa.
Acostarse temprano y, quizá,
a estas alturas de la noche,
horizontal,
sobre una cama de clavos en perfecto esplendor,
sobre toda la luz emitida por su filo,
yacer bajo un halo de terrible bondad,
combatiendo el insomnio, sobre todo.
O hacer el amor (amar, ser amado)
sobre pétalos magníficos de soledad en flor,
y soñar
soñarsoñarsoñarsoñarsoñar
soñarsoñarsoñar ¿qué más te queda?
Soñar que te levantas y empiezas la espera
con el muñón del pie derecho.