Miro el inodoro:
sus ojos volados,
su actitud de asombro,
el óvalo formado por los labios siempre abiertos
de un ser que no se cansa
de recibir orines y excremento.
Me pregunto si alguien escribió ya esto,
el chorro de oro que ahora da en el blanco,
que cae y burbujea y empaña mi reflejo.
Nueva pequeña laguna en la golosa lujuriosa boca del rostro
de este blanco personaje bataillesco.
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