Gustavo Ruiz Pascacio
Cupular e ineludible –como suelen ser los libros precisos y esenciales– la poesía de Luis Arturo Guichard (Tuxtla Gutiérrez, México, 1973) apela en Nadie puede tocar la realidad [1] a la condición circular del nombrar y lo nombrado; al territorio de lo inasible; a la poesía en sí como orden del orden del mundo. Provisión del peregrino, ajuste de cuentas con el mapa cultural de occidente, y con lo que ese mapa ha dado en y con la poesía; es decir, escalas de lectura y resguardo de voluntades, iniquidades, utopías, ejes y ventanas de lo pasional, cánones y herejías, diálogo entre la ascensión y la caída, factorías y mercados de sueños y desencantos.
Todo estaba repartido desde el principio
A la jirafa, un corazón de pozo profundo
A Ulises el divino, los nudos de su balsa
A cada siglo, su propio cuchillo afilado
A cada máscara, un solo personaje (…)
Al día, la amenaza del infinito
A las vacas de peluche, el mito de Europa
A la tierra plana, otras cosas bellas que no existen
A la ciudad, un círculo, una línea y buena suerte (…) [2]
Si el calibre de todo sistema poético es su deuda con su causa predecesora, El orden de las cosas –poema que abre el libro y al que pertenece el fragmento antes referido– recuerda al poema Las causas de Jorge Luis Borges, y con él, todo y ninguno, la realidad onírica, la innumeralidad, el círculo y el laberinto. Dice Borges: Los ponientes y las generaciones. // Los días y ninguno fue el primero. // La frescura del agua en la garganta / de Adán. El ordenado Paraíso. // El ojo descifrando la tiniebla (…) [3] Habría que aclarar, eso sí, deuda de ferviente pertenencia conjunta. Es decir, no con Borges sino junto a Borges, en el despliegue de la erudición del imaginario grecolatino –en particular– y en la reconversión poética del mismo.
Desde su aparición en el panorama bibliográfico de la poesía contemporánea mexicana con Los sonidos verdaderos [4], Luis Arturo Guichard ha persistido en la construcción de un sistema poético binario, operado tanto desde dentro como desde afuera de la aprehensión y la comprensión del sentido poético del mundo: Hoy vendrás porque te he llamado / y te he recordado que eres transparente, dice el poeta, en un discurso basado en el movimiento orgánico de los sentidos y el movimiento de los signos que caracteriza el conjunto semántico referido. De ahí que lluvia, agitación, vuelo, agua, polvo, dormir, caminos y lugares constituyan el índice de tránsito de su verbalidad, pero, también, prototipos de un remoto armado del universo: Cuando duermo los omnipotentes / salen de la sombra que han creado / y cortan mi párpado derecho / para buscar las imágenes / que el día pudo dejarme.
En Los sonidos verdaderos, Luis Arturo Guichard postula una poesía que reconoce y aborda un Centro del mundo operado en aras de un discurso poético en constante búsqueda del Centro de sí mismo: Tú existes porque yo echo a vuelo / campanas de la tarde / Tú existes porque yo crezco pasto / para darte jardines/ Tú existes porque yo junto las manos / y espero las estrellas / Tú existes porque te multiplico / pensándote a cada hora / Tu sombra y nunca tú / entre mis manos ávidas // Avanzo, retrocedo, me circundo / a través de ti, a través del mundo / hacia el centro cambiante de mí mismo. Así, entre la certeza del lenguaje y la incertidumbre de su resultante transcurren los hechos del mundo y los hechos del poeta ante el mundo. Entre lo asible y lo inasible que llamamos “cultura”, a expensas del mito y su ruptura, entre el ascenso y la caída.
Verticalidad, ascenso y descenso, son instancias no sólo argumentales sino actos de fe en la ruta de la poesía de occidente. Quizá deba decir de la poesía universal, pero la traslación poética de oriente –al menos el caso de India, Japón y China– concibe, además, planos de horizontalidad y concentración –me refiero al Centro del mund– o no sé si más sofisticados, sí de otro despliegue al interior del poema. Pues bien, El camino hacia arriba y hacia abajo del que habla Guichard en Nadie puede tocar la realidad es, precisamente, ese recuento de las mentalidades aprehensivas del universo, centro y orilla, búsqueda y ruptura, maravilla y descaro, extravío y salvación.
Asomado al lago he visto dos caminos (…)
No hace falta Heráclito para saber que los dos
caminos son uno y el mismo.
El camino hacia arriba y hacia abajo
es bastante menos que dios
pero es mucho más de lo que necesito. [5]
Dos acepciones más menciono a continuación: unidad y proximidad. El Uno que provee, porque de él proviene y lo que proviene vuelve al proveedor. Proximidad en su sentido tomista –a decir de Kristeva- “estar con, parecerse, encontrarse, convenire cum” [6] De este modo, en su poesía lo que está apela a una causa anterior, no sólo discursiva sino ontológica, la constitución de una subjetividad deseante.
El día de la creación no pudo ser creado directamente
Primero había que crear algo, cualquier cosa, que lo precediese
Entonces fue creada –supongamos– la trompeta de jazz
Que a su vez fue precedida por el músico
Que a su vez fue precedido por su padre y su madre
jóvenes y juntos dentro de un Fiat 1930
Que a su vez fue precedido por un camino
Que a su vez fue precedido por un bosque
Que a su vez fue precedido por lo que sea que lo precedía
-la tierra, el eje, la galaxia o las enanas blancas–
La verdad es ésta: la creación sucede marcha atrás
Así se comprende todo perfectamente
¿Hasta qué punto, entonces, la creación poética es original e inaugural si hallamos detrás suyo la sombra de una causa primera? La es, probablemente, en la medida en que el momento de la creación poética que llamamos poema ocurre en un espacio temporal irrepetible para el sujeto poético de la enunciación, pero ligado o re-ligado a la cadena de los signos y los símbolos, la correspondencia universal, el canon de las estrellas o el planisferio de sí; y desde luego no dispuestos en la univocidad del sentido sino a un valor o valores que puede atender a una diversa gradación del saber, valores de interpretación secuenciales, alternos, paralelos y/o por supuesto, herméticos. Por ejemplo, en el poema Animal que sí existe, el animal platónico tiene un referente extratextual, y su validez en el discurso del poema es su re-coordenada semántica en el aquí lingüístico del espacio poético inaugurado por el poema. Dos vertientes poéticas se juntan: la que acude patrilinealmente a lo nombrado y la que re-descubre los ámbitos inasibles de lo nombrado.
Sí, he visto al animal platónico, elemental y vivo.
Tenía los ojos de él, inquisitivos y burlones;
de ella era al menos la nariz (notable pero bella);
las pisadas eran fuertes de los dos y el resto
se repartía conforme los iba uno conociendo.
Desde que su propia fiereza los separó
están buscándose él y ella.
Esa búsqueda es lo único que le queda a cada uno
del animal magnífico que formaban juntos.
De alguna manera, Nadie puede tocar la realidad es un libro que en su vocación compilatoria de la comprensión del mundo atiende a la finalidad del pensamiento simbólico como integrador del gozo de la imaginería y la pluralidad referencial del orden cósmico. Quizá, por ello, el hacer de la materialidad y el hacer de lo emocional se integran en una constante discursiva y temática del arribo, el tránsito y el retorno. Lo que viene y lo que va, lo que deja eso que va, lo que lleva lo que deja eso que va, no es más que la etérea animación de la poesía, sus rutas de las cuales siempre sale incólume, sin más gravamen que los ojos y los labios del lector.
En las puertas cerradas y en las salas de espera
En las calles que conozco pero ya no recorro
En las fotografías que hojeo según la densidad del aire
En el mástil de la bandera equis sobre la plaza ye
En la cita a ciegas y en la llave de tu cuarto
En los cuerpos, sobre todo en los cuerpos
No sé si me estoy despidiendo para un largo viaje
o si estoy haciendo ya el camino de regreso
Tuxtla Gutiérrez
Barrio de san Roque
marzo de 2009
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[1] Guichard, Luis Arturo. Nadie puede tocar la realidad, Colección Litteratos, Ed. Littera Libros, España, 2009, 66 pp.
[2] Op. Cit. P. 13
[3] Cf. BORGES, Jorge Luis. Antología poética 1923-1977, Colección "El libro de bolsillo", Alianza/Emecé, Madrid, 1983, pp. 140-141
[4] Cf. Guichard, Luis Arturo. Los sonidos verdaderos, Ed. UNICACH-Casa Juan Pablos, México, 2000, 71 pp.
[5] Op. Cit. P. 15
[6] KRISTOVA, Julia. Historias de amor, Siglo XXI Editores, México, 1991, p. 154
6 comentarios:
¿Soy yo o alguien ha estado leyendo a Benjamín Prado?
MA Bautista
¿Soy yo o alguien ha estado leyendo a Benjamín Prado?
MA Bautista
Felicidades por el II Premio Sureste de Poesía. Un Saludo!!
Gracias, en cuanto esté el libro te enviaré una invitación.
Un abrazo.
lalo
Lalito, date una vuelta por poética, ya publiqué algo sobre el premio. Saludos.
Fer.
Hey, gracias. Ahora mismo me asomo (y asombro?).
lalo H
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