Carlos Gutiérrez Alfonzo
Ceín, hijo de Sabel y de Victoria, nacido en Chiapa, adonde vamos con él cada 20 de enero, parachicos y flores en la fiesta, Ceín, huérfano a los cinco años, solo, en los brazos de la tía Etelvina, ahí, con ella, hermana de su madre. Ceín, trabajador de la tienda Modelo de Tuxtla, por la que recorrió Chiapas vendiendo telas, cuando aún era un adolescente, cuando iba solo, solo, Ceín, se llama, y recorre Chiapas, y es luego sastre, solo, sin su madre, Ceín, y es fotógrafo en Arriaga, y está en La Libertad, Ceín, los nombres lo persiguen: Victoria y Libertad, con una mano tendida, con una mano, buscando qué comer, Ceín por las calles de Chiapa, Ceín en una luz.
Ceín, con pundonor, haciendo su vida, sabiendo que al final, en medio de la oscuridad, está la majestad del sol, Ceín, sabe, va, hijo de Sabel, sabe, y va e iba hacia el abismo y Ceín con su nombramiento.
Ceín, es la oscuridad, sabe, hijo de Sabel y de Victoria, sabe, es la Luz, y de la calle, y del lodo, Ceín.
Ceín es mi padre, y lo celebro ahora, en este 2009, cuando cumple cincuenta años de maestro, y estamos con él sus dos hijos, por quienes ha dado
su vida,
en él está la vida
ser nada más y
con él Ana María, su mujer, quien lo cuida, quien está con él, en estos cincuenta años de maestro, así lo ha vivido desde que le dieron su nombramiento, él, maestro, en esta tierra, y con él sus tres nietas y su nieto, la familia de él, en Comalapa, en esta tierra donde ha formado generaciones, y Ceín en una fiesta, una sola fiesta, con parachicos y música, siempre él, una fiesta, una sola fiesta, Ceín, mi padre. Hoy lo celebro en sus cincuenta años de magisterio, aún en pie, y lo canto y lo celebro a él, a Ceín, padre mío, él.
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