A Gustavo Ruiz Pascacio
A las 10:20 de la mañana del día 3 de abril,
instalado en la espera de que caiga alguna idea
percibo una realidad:
dos nubes me miran,
me admiran,
se admiran de mí.
Las oigo hablar,
decir que soy irrepetible,
que la postura que adopto en el balcón nunca es la misma
para la siempre diferente manera de mirarlas.
Que la postura que adopto en el balcón
nunca es la misma.
Que la postura, que el balcón, que la mirada . . .
Pobres nubes de ciudad que no me saben leer.
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