lunes, 25 de agosto de 2008

Hospital civil

4

Cada tres horas recorro los pasillos

El hospital hace gárgaras con mis pasos

Cada tres horas

el hospital se limpia los pies en mi sombra




5

Amanece la carne rodeada de geranios

el estupor escupe las entrañas

la memoria es una aguja que come la ira

de la luz

La memoria sale por los ojos

Lo Divino custodia la voz interrumpida

de la sangre




6

De madrugada recorro los pasillos

la penumbra pone al desnudo

los rostros de los gestos sonámbulos


Un ángel viene todas las mañanas

me alienta a lavar la Boca de Dios

con todo el asco del espíritu



Ángel Rafael Nungaray ( Yahualica Jalisco, 1968).

domingo, 3 de agosto de 2008

INVITACIÓN


Hay que hablar del envés



Empuño su aguijón.
Y en vilo alzándola
sin distender el brazo, me abandera
su sombra...
Roberto Rico

Hay que hablar del envés. La mantarraya

es de carne una moneda, ni el sí,

ni el no, ni el ni de parte alguna:


el punto medio,

el signo

del

claroscuro,


y así, la mantarraya —o su sombra—

desaparece

en la luz y sombra —sí, sombra también—

del mediodía;

luego vendrán las conjeturas,

el punzante aguijonear

de las preguntas.


Mario Alberto Bautista

La herida se enclaustra . . .



La herida se enclaustra

en lo que tiene de célula mi angustia.

Como una grapa que hiere pero no inquieta.

Para decir "congoja" con la fortuna del escriba.

Pretencioso juzgar desde aquí todo lo visto.


qué voz inalterable se termina


ni un oculto decir de galpón,

ni un destello, en soledad

ni un destello en el dolobre inherente,

no hay hondura/razones que funcionen

bebiéndose el no dado prurito del silencio.


Raúl Vázquez Espinosa

Estancia del murmullo



(3)


. . .cuidadosamente hurta la soga

deposita al limbo su sueño

toma

todo inmóvil

cada nudo

corta el sonido del equilibrio

levanta a tajo la mirada

izado por el silencio de la altura


Marco Antonio Castañeda

viernes, 1 de agosto de 2008

Han venido



Han venido

aquellos que partieron y habíamos olvidado

los que llevan en su espalda

las palabras asombrosas de la memoria ajena


Voy en su compañía el día entero

y el orden del mundo se corrompe


heridos

por el presentimiento de lucha

ansiosos ante nuestra presencia

los amantes

recorren las calles

flotando como la ceniza

de un incendio que no provocaron


cabizbajos

sin concesiones al desfile

los ciegos

ocultan una fiesta

bajo sus párpados

y muestran su sonrisa


A dónde han de llevarme

desconozco

no son el cumplimiento de las anunciaciones


voy así con ellos

mientras a mis pies descansa

en prudente sombra

la derrota inevitable



Arlette Luévano