A Cecilia Romana
un bello espectáculo y un punto a favor de la exactitud
de la mecánica celeste
ENRIQUE LIHN
Me gustaría tener una tristeza
—víctima embellecida, como sugiere Lihn—,
exhibida en pantallas gigantescas en parques, en plazas, en grandes estadios,
cayendo
cabeza abajo;
una tristeza con todo y su música de fondo destinada en un principio al efecto en nosotros
sufriéndolo ahora para nuestros ojos
como gran estrella.
Qué ironía: estar pendientes, después del anuncio por red nacional;
qué morbo: no querer perdernos de verla cayendo a todo color,
alta, hermosa raya de estrella fugaz,
notoria desde muchos puntos.
Me alegra pensar en cómo lo tomarían aquellas
mujeres que lloran frente al televisor:
tía Concepción, mi prima Lupita.
A mamá le encantaría. Tendríamos, entre todos,
una gran pesada tristeza
despeñándose.
Seguramente nos alegraría
a todo color:
rápida raya de estrella fugaz,
cayendo
lejos de la multitud,
no sobre ella.