sábado, 18 de agosto de 2007

Un poema de Gustavo Ruiz Pascacio



DE LA MUERTE

A la muerte hay que dejarla vivir todos los días.
Con necedad, hay que abonarle la tierra del camino,
para que el agua vista sus raíces.
Con decisión, hay que marcarle el tallo hasta las nubes,
para que pruebe las crecidas ráfagas.
Con equidad, hay que soltarle a veces las amarras,
para que crea en la libertad y nos la cuente.
Porque la muerte sola no puede.
Por eso tiene que aferrarse a un madero,
a una montaña provista de aliento
o alguna resaca teñida de labios.
Así las cosas, con ella hay que afinar detalles:
Ser bondadoso,
para que no se rebele cuando no se le permita un paseo.
Ser accesible,
para que lleve las cuentas de nuestras obsesiones,
y ser implacable,
para que llegue a tiempo, siempre a tiempo.


(de "El equilibrista y otros actos de fe" Ediciones Casa Juan Pablos/Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas, 2000)

No hay comentarios: